Si alguien se acerca cualquier domingo despejado a la plaza del Museo de Bellas Artes de Sevilla, con el fastuoso edificio que alberga obras de la gran pintura del siglo XVII española, tipo Murillo, Zurbarán, Valdés Leal, Velázquez y muchos más, entre sus claustros y patios idílicos, se dará un baño de pintura contemporánea, que contrasta con esta propia del Museo que acabo de indicar, una plaza repleta de creatividad mezclada con lo castizo en los numerosos puestos repartidos entre sus adoquines, resguardados por un gran ficus. Recomendable por su vistosidad junto con la gratuidad de su Museo si quiere uno que el empacho sea mayor y de otra época lejana.
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