Como decía Ortega y Gasset en La Rebelión de las Masas: "sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender", y cada vez que permanezco en Cartagena me sorprendo aún más. Una ciudad que se reinventa, interracial, como una Marsella o Lisboa que mira al agua como acto de necesidad. Se recicla constantemente y en ella se gesta lo vernáculo con la posmodernidad. Desde esta imagen uno se asoma a la cúpula de la rotonda del palacio Aguirre, sede del MURAM, y descubre ese cerro de la Concepción, el monte Galeras de fondo, y la calzada romana que transcurre por la izquierda bajo los árboles y, de pronto, esa elevación era justo lo que necesitábamos...
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