En algún momento seguro que han tenido que desear conocer o intentar alcanzar algún lugar que tantas veces se deleitaron y habían visto. Pues, justamente, sucedió en Orvieto (Umbria), pueblo singular emplazado en una roca y cuyo funicular te transporta a la calma, a la dulce serenidad del que ha dejado atrás la "città" del antiguo Imperio, la cual ofrece en el Vaticano los frescos tan célebres de Michelangelo Buonarroti. Aquel día de marzo, conforme cruzaba calles, intuía el imponente Duomo, y su tan ansiada cappella San Brizio, donde Luca Signoreli da una lección en pintura al fresco y supera a nuestro juicio lo que vendría después, el citado fresco de la Sixtina. Esa cappella de Orvieto fue toda mía aquella mañana de viernes, donde no lograba salir de su embrujo y mágico lugar...Un paso que se logró después de más de 15 años de pura ansia y del que nunca podré apartar mi memoria de ese "Giudizio Universale" de personajes totalmente escorzados y colores fuera de sí.
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Te felicito por la publicación. Me encantan las fotografías que, como ésta, muestran callejuelas que parecen tener tantas historias en cada fachada, baldosa, farola...
ResponderEliminarUn saludo