Espero una golondrina
y su vuelo de estela negra.
Una línea marcada en el aire
confirma la trepidante vida efímera.
Pero, ¿no es acaso eso lo que anhelamos?:
La vida bien viva,
de intensidades, con sus sonrisas o
desprecios, en una necesidad del sentir.
La hoja cae al son de la gravedad.
Su curva deliciosa movida por el viento
no hace sino dibujar la belleza.
Una escondida trascendencia del tiempo.
El goteo incesante de luz inunda el espacio.
en un oro que toca los muros,
en cuyo resplandor se ocultan siluetas,
y son esas sombras las que forman la
estética quebrada y dulce de una mañana
de domingo.
La paleta azulada se amplía y se abre como
un abanico, solo falta trazar, como
hará la brumosa nube de los falsos pájaros
que revolotean sin cesar el cielo de
cualquier lugar.
Sin el destello del brio natural de
un ser, de una realidad, de una vida,
aún siendo corta, es nostálgicamente menos
bella.
Vuela el sueño en un subconsciente cargado
de poéticas miradas y búsqueda del amor.
Se alimenta del paisaje que ofrece
la gran pantalla (de la vida) como aquel
escondido en la profunda capa humana.