Bobby Zimmerman, así es su nombre, célebre cantautor y compositor que acaba, no sin sorpresa, de obtener hoy mismo (13 de octubre de 2016) el galardón literario más importante, el Nobel de la Academia sueca, por el que hoy se convierte en más que una leyenda en el mundo de las artes.
Reconozco, con todos mis respetos a escritores de pleno derecho, que desde que lo presencié en concierto allá por 1999 en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia, mi interés por él no ha dejado de crecer.
Amante de las Triumph, de la pintura y próximo a la Generación Beat, rompió las reglas del folk al electrificar su guitarra y cuyas películas de Corazones de fuego (1987); el Oscar en el 2001 por la banda sonora de Jóvenes prodigiosos, o temas como One more cup of coffe, I want you, Desolation row, Hurricane, etc. me han arrastrado a su magia.
Un frase suya para terminar mi pequeño homenaje: "Las canciones están ahí. Tienen una existencia propia y lo único que esperan es que alguien las escriba" ( Sounes, H. (2002) Bob Dylan, la biografía, RHM, Barcelona)
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