Sabor habanero de alma caribeña (con sus isas, palmeras y el acento y lenguaje más guanche) y todo ello, con mar, mucho mar en Las Palmas de Gran Canaria, una isla sinuosa, que acogió a tantos y tantos que dieron el salto a las Américas, lugar de encuentros, comercio y patrimonio singular, de belleza colonial desde más si cabe la plaza Santa Ana hasta el barrio de Triana. Pero es la mar y el viento su piedra angular, que ofrece a la población un medio de vida y de temperaturas tropicales para vivir de cara a ella, hacia el mar azul que abraza su tierra.
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