martes, 5 de junio de 2018

Santa María de Albarracín

Según dicen, la toponimia procede de la familia árabe Banu Razin, población que suprimió en el siglo XIX ese nombre que da título a la reseña por el simple de Albarracín, lugar que mantiene su color rojizo que fortalece su patrimonio, y cuyo rio Guadalaviar deja sentir su sonido. En su Diócesis encontramos un museo Diocesano emplazadoen en su Palacio Episcopal, el cual es distinto, modesto y laberíntico, semejante a la urbana trama local en esta provincia de Teruel. Y anexo a él, la catedral, que posee en una lateral a modo de capilla, justo dando salida por un lateral a la plaza de la Seo, una precisa bóveda gótico tardía, que cobija una pintura renacentista desconocida y desquebrajada, que recoge el paso de otros revocos encima de ella, de factura propia del momento entre los siglos XV/XVI, cuyo «Descendimiento» tiene algo de misterisoso, como que esconde algo más, digno de leyendas o films acerca del mismo, pero su deterioro no perdona y se deja ver casi como una revelación.
Aunque no sea destacada por las guías, me quedo con ella animando a ir antes de que los sueños y el deleite de esta joya deje de existir otra vez como ya ocurrió hace siglos.