lunes, 11 de enero de 2021

RETAZOS PANDÉMICOS


 No me atrevo ni por dónde empezar, porque la tensión que respira el mundo desde marzo nos ha hecho tan irascibles que cualquier comentario con buena o mala pretensión entra en la vorágine de los Social Media dispuesto a ser devorado, aplastado, cuestionado, prejuiciado con saña por un sector que no sabe hacia dónde ir y demuestra lo que Hobbes en el Leviatán decía, extraído 2200 años antes en Plauto, que el "el hombres es un lobo para el hombre" y el prójimo es vigilado y envidiado.

Como humanista de sentir hondo, me siento que debo lanzar esta reflexión, que, sin duda, tendrá en aquellos "pseudomaquiavélicos", supuestos humanos con sed de venganza en este estado pandémico, un motivo para relinchar, espolear e incitar a las armas.

Otros pensadores han opinado sobre la humanidad, en este caso Miguel de Unamuno en "Del sentimiento trágico de la vida" el cual afirma en 1913 que "el hombre es un animal esencial y sustancialmente enfermo", pero, quiero pensar que no es la regla.

La situación compleja que casi dominan políticos, economistas o epidemiólogos, no deja un resquicio a un pensar lento y silencioso de si esta humanidad camina hacia su autodestrucción, o por contra, los gestos de ayuda, de bondad, superan a esta malintencionada sociedad a la que aquí critico.

Estoy hablando de los que no pueden soportar ni un ápice feliz del prójimo, y no hablo de los que están en la cuerda floja en sus trabajos, sufren ERTE, etc., me refiero a una gran parte de españoles que conservan sus trabajos y no tienen problemas a fin de mes, pero, su propósito es ser "pseudomaquiavélicos". 

En otro sentir, me consta que cumplen las normas y protocolos que dicta Sanidad y Gobierno muchas personas ejemplares, y que están respondiendo desde marzo con las medidas aconsejadas (desde mascarilla, hasta estar con personas exclusivamente de su entorno, etc.), y que se ven abocadas a más restricciones porque otros tantos se niegan a que esto sea más llevadero. 

Pero, ya sean unos u otros, los ejemplares y los que no, se encuentra entre ellos los que se ciernen sin escrúpulos contra todo. Uno no puede indicar en estos tiempos en Redes, dónde se puede ver la nieve, dónde existe una buena cafetería, a qué parque pueden ir los niños, etc., porque el mundo te contratacará. La sin razón domina, el rugir enfermizo del "qué estás haciendo" o "dónde vas" es una constante. Una vigilancia hacia el que se dirige a una escapada a la playa o al monte a pasear con la familia, al que quiere comprar en el hipermercado del municipio de al lado aunque esté junto a tu trabajo, o al que quiere pasear con su bici por una carretera comarcal si poner en peligro ni a las hormigas. Todo se ve con malos ojos y todo es abominable por aquellos que lo mismo acuden al Centro Comercial en hora punta, aunque no hace falta que lo hagan, porque el mal ya está hecho. 

Quieren la infelicidad mundial, no soportan ver cómo existen personas que intentan buscar una brizna de felicidad sin perjudicar a nadie. Tampoco son admisibles todos los casos de confinamiento por igual con esas limitaciones perimetrales, las cuales pueden estar dañando más la salud mental a gente que esta nueva enfermedad en ciertos lugares. No puede ser que existan municipios sin zonas verdes y, a escasos cientos de metros de tu hogar los haya y sea de otro municipio y no puedas alejarte a respirar algo de oxígeno, y, por contra, debas aguantar este atentado contra la salud de lunes a lunes entre polución o partículas tóxicas.

Deberíamos aproximarnos a Confucio cuando habla del hombre noble, de equilibrio y tranquilo, porque ante cualquier cosa que hagas sin perjuicio de nadie, la sociedad salvaje te destripa y la haces enfurecer. La tensión, la poca fraternidad hasta para soportar una fila ordenada y distanciada en supermercados, descarga un malestar y pesar que aboca a odios inexistentes antes de lo pandémico.

A lo mejor debemos meditar más como recoge Pablo d' Ors para limitarnos a vivir, dejando los artificios diarios como lecturas, hablar tanto, viajar y entretenimientos varios, para disfrutar de la verdadera vida que está detrás de esa. Bertrand Russel decía que los elementos de la felicidad son simples, pero la civilización parece haber equivocado el camino, y, más, desde que lo pandémico y los seres pseudomaquiavélicos viven para amedrentar y atosigar en grupos y Redes, a modo de querer lo catastrófico, disfrutar de los casos positivos con un "te lo dije" "os lo merecéis", etc.

Rencores, celos y envidias de quién está confinado, y aunque no lo estés (y puedas ir a otra población que tampoco lo está), ten por seguro que como lo hagas, no te vas a librar del aplastamiento de estos seres que no quieren el bien ajeno o su disfrute. Si ellos están dolidos, el mundo debe estarlo acompañándolos.

Acabando, la felicidad está más cara que nunca, el alineamiento humano es mayor, y los pseudomaquivélicos campan a sus anchas como grandes voyeurs de lo que acontece para abrir la guadaña y no dejar tranquila la felicidad, una prioridad humana.

Unos meses oscuros que no han acabado, y no por la triste situación de fallecidos, colapso de hospitales o la mella en familias, sino, porque el mal impera y quieren arrastrarnos para regocijo de los que reman contra la bondad, la educación, el afecto, la ayuda, la empatía, la buena voluntad, el justo, la dignidad, etc. a la deriva muchas de estas palabras desde marzo de 2020.


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